NUESTRA HISTORIA FUE UNA SECCIÓN EN LA QUE RECOGIMOS LAS HISTORIAS PERSONALES Y POLÍTICAS DE MUCHAS MUJERES FEMINISTAS Y NO FEMINISTAS...

domingo, 21 de junio de 2015

ROSA PARKS, ANTIRRACISTA: CONDENADA, PERO LIBRE

Rosa Parks, la mujer negra que desafió a la América blanca
X JESÚS CENTENO
En 1955, Parks se negó a ceder su asiento en un autobús público de Alabama e impulsó el fin de la segregación racial en EEUU

En 1955, Rosa Parks tenía 42 años. Afroamericana, natural de Montgomery, Alabama, e hija de un carpintero y una maestra de escuela. De profesión, costurera. Pero además, secretaria y ayudante en la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color.
En aquellos años, los negros sufrían en EEUU la humillación -especialmente en el sur- de no poder compartir con los blancos los mismos lugares públicos: escuelas, restaurantes, salas de espera... la segregación llegaba al punto de que en los baños se mostraban letreros de "sólo blancos" o, directamente, "negros no". Las leyes Jim Crow, heredadas de la esclavitud del siglo XIX, fueron diseñadas para que los afroamericanos se sintieran inferiores y así mantenerlos marginados de la sociedad.
Gente como Rosa Parks tenía claro que las cosas podían cambiar. El 1 de diciembre de 1955, cogió un autobús público para volver a su casa. Por entonces, los vehículos estaban señalizados con una línea: los blancos adelante y los negros detrás. Así, la gente de color subía al autobús, pagaba al conductor, se bajaba y subía de nuevo por la puerta trasera.

En el asiento equivocado
Parks se sentó en los asientos del medio, que podían usar los negros si ningún blanco lo requería. Cuando se llenó esa parte, el conductor le ordenó, junto a otros tres negros, que cedieran sus lugares a un joven blanco que acababan de subir. "Éste ni siquiera había pedido el asiento", dijo después Parks en una entrevista a la BBC. Los otros se levantaron, pero ella permaneció inmóvil.
El autobusero trató de disuadirla. Debía ceder su asiento, es lo que marcaba la ley. "Voy a hacer que te arresten", le dijo el conductor. "Puede hacerlo", respondió ella. Cuando la policía le preguntó que por qué no se levantaba, contestó con otra pregunta: "¿Por qué todos ustedes están empujándonos por todos lados?".

Condenada pero libre
"Mientras más obedecíamos, peor nos trataban", asegura Parks en sus memorias. "Aquel día estaba fatigada y cansada. Harta de ceder". Por el lance del autobús, Rosa Parks pasó la noche en el calabozo, acusada de perturbar el orden público y pagó una multa de catorce dólares. Sin embargo, el caso trascendió y acabó por dar voz a los movimientos por el fin de la segregación que ya habían comenzado a hacerse notar.
Indignado y hastiado, un joven y desconocido pastor bautista llamado Martin Luther King organizó una oleada de protestas contra la segregación en los autobuses públicos de Montgomery que duró 382 días. Los treinta mil afroamericanos que participaron hicieron marchas de hasta nueve kilómetros, y cuando les preguntaban cómo se sentían, algunos respondían: "Mis pies, cansados. Mi alma, ¡liberada!".
Mientras, el caso Parks llegó a la Corte Suprema del país, que declaró que la segregación era una norma contraria a la constitución estadounidense, que declara iguales a todos los individuos de la nación. Un año después, el gobierno abolió cualquier tipo de discriminación en los lugares públicos.

Rosa Parks. Una negra en el asiento de los blancos.
X María Ramírez
Antirracista. Nacida en Alabama, esta costurera se convirtió en una importante figurapara la defensa de los derechos civiles en Estados Unidos. En 1955 se negó a cederle su asiento del autobús a un blanco, como dictaba la ley de la época, lo que concluyó con su encarcelamiento. Su historia puede leerse de primera mano en "My life", su autobiografía.

Aquel jueves de diciembre ella ni siquiera tenía que estar en ese autobús. En 12 años, Rosa Parks siempre había respetado una norma que ella misma se había impuesto tras ser empujada fuera de un autocar por James Blake, un conductor de Montgomery que insultaba a los negros y les obligaba a bajar, después de haber pagado, para entrar por la puerta trasera mientras él pisaba el acelerador. En 1943, Parks, una costurera activista de pocas palabras, se había resistido al rito humillante —otro más en la Alabama de mitad de siglo, racista por ley y abusona por tradición—, y aquel conductor la había arrastrado del abrigo y forzado a salir de su autobús. Fue el mismo día en que, por ser negra, le negaron por segunda vez su derecho a registrarse para votar.

Desde entonces, Rosa acostumbraba a fijarse en el chófer y, si vislumbraba la piel ajada y el lunar junto a la boca de Blake, esperaba al siguiente autobús o iba andando. Nunca se había despistado. Hasta el 1 de diciembre de 1955 cuando, a la salida del trabajo en unos grandes almacenes, la modista subió a la línea de Cleveland Avenue. Se dio cuenta tarde de quién estaba al volante. Resignada a compartir espacio con uno de los blancos más despiadados de Montgomery, se sentó en una de las filas de la mitad delvehículo. Según la ley de Alabama, las 10 delanteras se reservaban a los blancos y, aunque no hubiera ningún pasajero de ese color, debían quedar libres; la 10 últimas se dejaban a los negros, y las 17 intermedias dependían del conductor. Cuando, en la parada del cine Empire, un hombre blanco se quedó de pie, Blake gritó a Rosa y a los otros tres viajeros negros sentados en medio que se levantaran. Mientras los demás le obedecían en silencio, ella sólo se corrió hacia la ventanilla y miró la cartelera del western que proyectaban enfrente, A Man Alone (Un hombre solo). Cuando Blake se enfrentó a ella y la amenazó con el arresto, Rosa contestó su célebre y digno "You may do that" (tú podrías hacerlo).

"La gente siempre dice que no dejé mi asiento porque estaba cansada, pero no es verdad", contaba Rosa Parks en su autobiografía, "no estaba cansada físicamente, o no más de lo que lo solía estar al final de un día de trabajo. No era vieja, aunque se tiene una imagen de mí entonces como la de una anciana. Tenía 42 años. No, de lo único que estaba cansada era de ceder".

Aquellas horas de detención, con una multa de 10 dólares y otros cuatro por los costes legales al recurrir la condena, desencadenaron un boicoteo de los autobuses de Montgomery de más de un año que casi hizo quebrar la compañía de transportes (el 60% de sus clientes eran negros) y una batalla legal que terminó en el Tribunal Supremo, que ilegalizó la segregación en el transporte público desde el 20 de diciembre de 1956. "Ahora sí que se han metido con la persona equivocada", dijo una joven de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP, en sus siglas en inglés) tras el arresto de Parks. Y es que Rosa, una responsable, discreta, religiosa y educada modista mulata de clase media, era la perfecta afroamericana ante un jurado. "No tenía antecedentes policiales, había trabajado toda mi vida, no estaba embarazada con un hijo ilegítimo. Los blancos no podían señalarme y decir que había hecho algo para merecer ese trato excepto haber nacido negra", relata la "primera dama de los derechos civiles" en Rosa Parks: My life. Se compara con Claudette Colvin, quien, con 15 años, se negó, en marzo de 1955, a ceder su asiento en otro autobús de Montgomery. Pero Claudette era pobre, tenía una tez muy oscura y se quedó embarazada. A pesar de su inteligencia y valentía, la NAACP no quiso utilizar el caso. Claudette, como otras adolescentes, pasó por casa de Rosa y su marido, Raymond Parks, un punto de encuentro donde se organizaban los horarios de recogida para compartir coches, se recolectaban zapatos para quien podía ir al trabajo a pie y se planeaban estrategias legales.

Entrar hoy en esa casita de ladrillos rojos número 634, idéntica a las 155 que la rodean e integran el project (la versión estadounidense, dilapidada, de las viviendas populares) de Cleveland Court, impresiona por su sencillez y su abandono. Sólo queda un frigorífico rechoncho y amarillento entre sus paredes grisáceas desde que la ciudad decidió mantenerla vacía como homenaje a su ex inquilina. Lo que antes formaba una pequeña urbanización de clase media hoy se ha convertido en la periferia marginal de Montgomery, con niños que corren descalzos con las piernas marcadas por las hormigas tigre. Los residentes apenas recuerdan quién era Parks.
"Ella era muy tranquila. No hablaba, susurraba", explica Yvonne Payton, la gestora del project, donde también vivía de niña. La timidez y la pulcritud suelen ser los rasgos de Rosa más repetidos al hablar con sus antiguos vecinos o los pocos parientes que quedan en Montgomery (la familia emigró a finales de los 50 a Detroit por las amenazas telefónicas, los asaltos a los autobuses y los intentos de asesinato de líderes negros tras la sentencia del Supremo).

Una formación insólita. Aunque aceptó ser secretaria de la NAACP —donde la introdujo su marido— porque le dio vergüenza negarse cuando la propusieron, Rosa irradiaba una fuerza calmada (así se titula uno de sus libros, Quiet Strength) tras una vida de humillaciones y una formación insólita para una afroamericana de la época. Hija de una profesora con estudios universitarios, Rosa completó el bachillerato en una escuela progresista con maestras blancas del civilizado Massachusetts, trabajó en una base militar donde no se aplicaba la discriminación por ley gracias a un decreto del presidente Roosevelt y cosió para Virginia Durr, una blanca que había estudiado en la Costa Este y luchaba contra la segregación.
A pesar de su introversión, Rosa no tenía lo que ella llamaba "la actitud de Tío Tom" de otros negros más serviles y resignados. Era silenciosa, pero no sumisa. Su abuelo, un mulato muy claro de piel (el bisabuelo de Parks era el terrateniente blanco dueño de su bisabuela), le transmitió su resistencia frente a la injusticia, aunque también la conciencia de lo que podía costarle. Con 6 años, Rosa se quedaba dormida en el salón junto a la mecedora del abuelo Edwards mientras él vigilaba con su pistola en la mano por si miembros del Ku Klux Klan intentaban quemar su casa. "Mi abuelo no salía a buscarse ningún lío, pero iba a defender su hogar. Yo pensaba que, pasara lo que pasara, quería verlo. Quería ver cómo disparaba esa pistola. No me pillarían dormida", escribe Parks.

"Siempre hizo lo que debía hacer. Muy despacio. Muy callada, pero siempre lo hizo", recuerda Ruth Craig, prima nonagenaria de Rosa que aún vive en Montgomery. Ella se refiere con cariño a Rosie y le parece extraño considerarla ese símbolo en que se transformó.
Tras mudarse a Denver, Parks trabajó para un congresista afroamericano, John Conyers, y se dedicó a sus libros y entrevistas de tour por Estados Unidos entre homenajes y premios (como la Medalla de Oro del Congreso y la Medalla Presidencial de la Libertad que le otorgó Bill Clinton). Al final de sus días, víctima de la demencia senil, dependía de Elaine Steele, una amiga que incluso interpuso una demanda multimillonaria en su nombre contra un grupo de rap por entonar "Rosa Parks" en un estribillo.

Tras su muerte, recibió honores de Estado en el Congreso de EEUU, los autobuses de Montgomery y Detroit viajaron con lazos negros durante semanas, y calles por todo el Sur han sido rebautizadas con su nombre. Rosa, siempre incómoda con la atención mediática constante, dejó una sola lápida escrita para ella: "Rosa L. Parks, esposa, 1913-".

Fuente: María Ramírez